Eulàlia Valldosera
BIO
¿quién soy, qué hago y adónde voy?
Mi obra se articula en torno al fenómeno lumínico y sigo enfocada en este fenómeno perceptivo aunque ahora vivo un cambio de paradigma al decidir trabajar con la luz solar y expandir mis actividades al estudio de los cuerpos sutiles que conforman a los seres y a las cosas mediante el dibujo y la palabra. Doy voz a las entidades naturales y practico la arqueología psíquica para leer aquellos lugares cargados de memoria viva, usando mi propio cuerpo como antena y anclaje de un nuevo lenguaje para mediar entre los diversos estratos de nuestra realidad.
Nacen las pautas de un nuevo cuerpo de trabajo que dirigen mi práctica artística hacia una dimensión sanadora de personas y espacios -tomad estos términos en toda su amplitud de frecuencia, es decir, considerad el arco que va de la materia hasta la ligereza de los mundos sutiles, con los que me encuentro co-creando y estableciendo nuevas líneas y contextos de trabajo, en solitario y en comunidad.
Mi propósito en el arte ha sido sanar miedos que de antiguo asolan la humanidad. La luz y la sombra son los extremos de un camino que conduce al ser a la dualidad. Para hacer visible la luz y sus recorridos trabajé en la oscuridad, lo que me llevó a estudiar el mundo de la sombra humana y a comprender mi práctica artística como una vía de autoconocimiento.
Los residuos, la limpieza, la enfermedad, la herencia materna o las relaciones de poder, fueron recreados bajo los rayos de luz artificial en numerosas performances, series fotográficas e instalaciones. Concebidas como dispositivos, éstas incorporaban, en el espacio convencionalmente reservado a los resultados, a los propios aparatos de obtención y proyección de imágenes virtuales. Así me preguntaba por el objetivo del arte, estudiaba nuestros mecanismos de percepción, y afirmaba que no hay objeto final sino un proceso, que la obra de arte es un espejo del marco que el espectador sostiene al mirar. Que el azar no existe sino que es, como dijo J.L.Borges, nuestra ignorancia de los mecanismos ocultos que organizan la realidad.
Los escenarios cotidianos, hechos de elementos reciclados, desplegaban sus sombras por las asépticas paredes de las salas expositivas desenmascarando el truco, poniendo al alcance del público los mecanismos que usalmente se ocultan para crear la magia del encuentro efímero del objeto con su sombra, con su doble, con la teconología. Rescataba así nuestra capacidad de asombro, revelaba nuestras oscuridades, nuestras vivencias fragmentadas, los teatros que nuestra memoria crea en el inconsciente colectivo, creadores de la ilusión de una supuesta separación entre nuestro cuerpo y nuestra mente. El espectador era un objeto más actuando dentro de mis que así borraban las fronteras entre la luz vibrante y la materia inanimada, entre la vida y el arte, y en sus fisuras, en sus heridas abiertas, darle a comprender que el arte es experiencia y el artista un mediador de ésta.